La sonrisa de Martín Bouzas
El gallego, tres veces campeón de España CRI, cuelga la bici
Será por los modelos de éxito que nos muestran las pantallas, pequeñas, grandes y de bolsillo; será por los valores arraigados en lo más hondo del modo de vida occidental; será por lo que sea. En nuestra cultura, lo material y lo profesional se perciben como la auténtica medida del triunfo y de la felicidad. Las virtudes hay que rentabilizarlas, y renunciar al dinero es un síntoma de debilidad o de ingenuidad. Sin embargo, existe otra manera de ver y afrontar la vida. Estar dotados para algo no significa que estemos condenados a hacerlo.
Martín Bouzas (1997, Rois – A Coruña) tenía y tiene el don de ir rápido en bicicleta. A adiestrar y desarrollar este potencial ha consagrado sus últimos seis años y medio de vida; los tres últimos en la Asociación Deportiva Galibier, dos en Equipo Lizarte y este postrero en Equipo Kern Pharma. Hasta aquí. Esta temporada, el gallego se ha dado cuenta de que el mundo del ciclismo no es el suyo. Cuelga la bicicleta por voluntad propia, con tres victorias en los Campeonatos de España CRI (una en juvenil y dos en sub23) como bagaje material. En lo inmaterial se lleva amistades, experiencias, viajes, un profundo autoconocimiento, y la libertad de elegir qué quiere ser.
En este episodio de Ciclismo Real, Martín Bouzas nos cuenta cómo ha tomado esta valiente decisión.
Yo decidí que quería ser ciclista cuando empecé a competir en bicicleta, siendo juvenil de primer año. Ya en el segundo me proclamé campeón de España contrarreloj y eso me hizo ver que, si me consagraba a este deporte, podía llegar a profesionales. Debuté como sub23 en el equipo Super Froiz; en la tercera temporada fiché por el Equipo Lizarte.
Cada paso que daba me convencía un poco más de que quería ser profesional del ciclismo. Sí noté que se me hacía duro estar fuera de casa. Al mes de estar en Pamplona estaba deseando regresar a mi tierra. Sin embargo, para mí era un peaje para llegar a profesionales.
Las dudas llegaron cuando firmé mi contrato para pasar a profesionales. Debía ser el mejor momento de mi carrera deportiva, la culminación al trabajo de tantos años, y bien al contrario fue una especie de castigo. Empecé a meterme presión, a depositar sobre mis hombros expectativas que me aplastaban. Ahora tenía que entrenar más duro, tenía que hacer todo lo mejor posible, tenía que dar un nivel mínimo… Toda esa presión me hizo dudar. ¿De verdad quería soportar todo eso? Justo el paso a profesionales me hizo cuestionarme la situación…
Ser ciclista no es solo una cuestión física. Por motor podría haber llegado lejos, pero no es lo más importante. A mí me costó el tema psicológico. Por parte del equipo no sentía ninguna presión, pero dentro de mí sí que me sometía a muchísima. Después estaba la presión, digamos, social: la gente que te rodea que quiere que llegues al máximo, que te felicita cuando ganas y te pregunta qué te ha pasado cuando pierdes, que es casi siempre. Eso, si no sabes gestionarlo, acaba contigo.
Otra cruz para mí fue la alimentación. En amateur había ciclistas a quienes les costaba no salir de fiesta; a mí lo que me costaba era la comida. La presión generaba en mí cierta ansiedad, y eso provocaba que me desbocara cuando se acercaban las carreras. Cualquier cosa que no debía comer era una tentación irresistible porque no sabía interpretar esa parte de la preparación. Es curioso: desde que tomé la decisión de colgar la bicicleta, estoy llevando una alimentación más saludable que cuando era ciclista.
Lo malo del ciclismo es que tienes demasiado tiempo para darle a coco. Ese fue uno de mis problemas: no saber desconectar. Por mi forma de ser, hubiera necesitado llegar de entrenar y dejar de pensar en ciclismo hasta el entrenamiento al día siguiente. En ese aspecto, veo a un tío como Kiko Galván y envidio su manera de desconectar. Compite igual venga con buenas sensaciones o con malas. Yo, si un día me levantaba con el pie izquierdo, ya estaba torcido para la carrera del día siguiente.
Un día cualquier me sentaba en el sofá con mi novia para ver una película y, después de dos horas, no sabía ni el título porque no había parado de dar vueltas a la cabeza, al entrenamiento, a la competición. Ésa fue una de las razones por las que quise dejar el ciclismo. No estaba en el momento presente. Disfrutaba mucho en los buenos momentos, pero sufría demasiado en los malos. Explotaba porque no sabía desconectar.
Es curioso, pero probablemente el Campeonato de España CRI que más he disfrutado ha sido este último. Recuerdo que me ponían de favorito a las medallas en alguna previa, pero yo sólo tenía en mente disfrutar porque ya tenía bastante claro que quería dejar la bicicleta. Los Nacionales siempre fueron mi mayor castigo porque el primero, en Sabiñánigo, lo gané; y a partir de ahí sentía que tenía que ganar todos los siguientes. Lo normal era ganar; si hacía menos, era un mal resultado, por debajo de las expectativas. Y para mí eso era muchísima presión. Este último, en cambio, lo disfruté. Sabía que no estaba en las mejores condiciones y sin embargo me sentía ilusionado porque me daba igual el resultado.
Ahora voy a preparar unas oposiciones. Voy seguir el camino de mis hermanos y de mi madre. También me planteé continuar de mecánico en el Equipo Lizarte, pero de momento ese proyecto lo dejo aparcado.
Quien vea la noticia de mi retirada puede pensar: “Pobre chaval, estará hundido”. Pero para mí están siendo las mejores semanas en meses. Todo es cómo se enfoque y cómo se viva. Quiero hacer este cambio y no me arrepentiré jamás. Claro que me gustaría haber ganado el Tour de Francia, pero he sido profesional y he visto que no he sido feliz en el día a día. Hoy, estudiando las oposiciones, soy más feliz que siendo ciclista. Me levanto cada día con una sonrisa.
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